¿Cuáles han sido las dificultades técnicas y morales que ha supuesto meterse en la piel de un personaje no ya real, sino tan despiadado?
El primer paso consiste en hacerse con sus características externas. Para entender a Idi Amín revisé una y otra vez la numerosa documentación audiovisual que existe sobre él, aprendí sobre la historia de su país, Uganda, me entrevisté con familiares y amigos suyos y también estudié algunos aspectos que pienso conformaron su personalidad, como el dialecto de la tribu donde nació, el suajili, así como la práctica del acordeón, instrumento que a él le entusiasmaba. A continuación el actor debe hacer de esos conocimientos una experiencia orgánica, debe procurar que emanen de su presencia con naturalidad, en los pequeños gestos.
En cuanto a los problemas éticos...
Interpretar a un genocida no es más complicado, más tortuoso que interpretar otro tipo de papeles. Es muy importante sobre todo comprender todas sus facetas, porque son muchas. El carisma, el poder, la personalidad de Idi Amín, iban más allá del hecho cierto de que fuera un dictador. La película se centra además en su relación con un médico escocés imaginado por el escritor Giles Poden [e interpretado por el joven James McAvoy] y esa relación da lugar a una visión más íntima sobre la persona y también a una visión metafórica sobre el intervencionismo de Occidente en África y sus consecuencias. Pretendemos que el Idi Amín al que hemos dado vida vaya más allá de los hechos concretos y motive otras reflexiones en el público.
En este aspecto, existe un referente muy claro de “El Último Rey de Escocia”, un documental llamado “General Idi Amín Dada”, realizado en 1974 por Barbet Schroeder, del que se incluyen insertos en esta película. ¿Cómo se afronta la interpretación de un personaje real que ha dejado un registro a la vez tan útil para captar sus matices gestuales y vocales, como peligroso por la comparación que inevitablemente puede hacer cualquier espectador?
¡Bueno, Idi Amín Dada era un gran showman! (risas). Adoraba a la prensa, le encantaba tenerla alrededor, y él la seducía, era divertido y tenía encanto. Schroeder estuvo filmándole durante dos años sin ningún problema. Habré visto ese documental cientos de veces, me lo sé de memoria… siempre con el objetivo precisamente de ir más allá, más allá de esa imagen abrumadora, de captar las facetas de la persona que han escapado al registro y el tópico.